El "doomscrolling"

La adicción silenciosa que esta cambiando nuestro cerebro

OPINION

1/29/20254 min read

Ilustración de joven mirando el teléfono móvil con tono desinteresado y aburrido
Ilustración de joven mirando el teléfono móvil con tono desinteresado y aburrido

Vivimos en una era en la que la información nunca se detiene. Desde el momento en que despertamos hasta que nos acostamos, nuestras pantallas nos bombardean con noticias, videos, tendencias y actualizaciones constantes. Pero, lejos de informarnos mejor, este flujo incesante de contenido está afectando nuestra capacidad cognitiva de formas preocupantes. Pero, ¿qué es más preocupante la cantidad de tiempo improductivo que dedicamos a las pantallas o la calidad del contenido que consumimos?

El contenido vacío nos mantiene atrapados

El internet de hoy está dominado por contenido superficial, repetitivo y diseñado para generar adicción. No es casualidad que videos sin sentido acumulen cientos de millones de visitas en plataformas como YouTube o TikTok. ¿Por qué un clip de 10 segundos con imágenes absurdas y letras sin sentido puede volverse un fenómeno viral con miles de millones de visualizaciones? La respuesta está en cómo las plataformas manipulan nuestros impulsos cerebrales.

La función de scroll infinito es una de las herramientas más poderosas utilizadas para maximizar el tiempo de permanencia en pantalla. Similar a un experimento de psicología conocido como la "sopa sin fondo", en el que los participantes seguían comiendo sin darse cuenta de que el plato se recargaba automáticamente, las redes sociales presentan contenido ininterrumpido para mantenernos atrapados en un ciclo interminable de consumo pasivo.

Pero el problema va más allá de la pérdida de tiempo. La exposición constante a contenido diseñado para impactar y captar nuestra atención ha hecho que nos volvamos menos tolerantes a la profundidad. Nos cuesta cada vez más leer artículos completos, ver videos educativos o dedicar tiempo a la reflexión. Nos hemos acostumbrado a la gratificación instantánea de lo rápido y lo fácil, lo que deteriora nuestra capacidad de pensar críticamente.

Un colapso en nuestra capacidad de atención

Entonces, el problema no es solo la cantidad de tiempo que pasamos en internet, sino el tipo de contenido que consumimos. En la actualidad, el adulto promedio pasa alrededor de cuatro horas al día en línea, mientras que los jóvenes de la Generación Z pueden superar las seis horas diarias. Sin embargo, no estamos utilizando ese tiempo para aprender habilidades nuevas o acceder a información relevante. Gran parte del consumo se centra en contenido ultracorto y altamente adictivo, diseñado para mantenernos desplazándonos por la pantalla sin descanso.

Estudios recientes han demostrado que nuestra capacidad de atención se ha reducido drásticamente en las últimas décadas. Según la investigadora Gloria Mark, en 2004, el tiempo promedio que una persona podía concentrarse en una pantalla era de dos minutos y medio. En 2012, bajó a 75 segundos y, hoy en día, apenas alcanza 47 segundos. La fragmentación de la atención ha convertido la multitarea en la norma, lo que afecta directamente la capacidad de nuestro cerebro para procesar información en profundidad.

Su impacto múltiple en la salud mental

En los últimos años, diversas investigaciones académicas de instituciones como la Escuela de Medicina de Harvard, la Universidad de Oxford y el King’s College de Londres han encontrado evidencia de que el uso excesivo de internet está afectando nuestra estructura cerebral. Estos estudios señalan que la constante exposición a la información digital reduce la materia gris, acorta la capacidad de atención, debilita la memoria y altera nuestros procesos cognitivos.

Un estudio detrás de otro, nos alerta de las consecuencias negativas del uso excesivo e inadecuado del internet. En 2018, un análisis de una década de datos realizado por renombrados psicólogos especializados en memoria de la Universidad de Stanford reveló que las personas que interactúan con frecuencia en múltiples plataformas digitales presentan una disminución en su capacidad de atención y retención de información.

Las evidencias apuntan a que las áreas del cerebro más impactadas incluyen la atención, ya que el flujo ininterrumpido de contenido en línea nos obliga a dividir el enfoque entre múltiples fuentes de información; la memoria, que se ve afectada por la dependencia de la tecnología para recordar datos en lugar de procesarlos activamente; y la cognición social, lo que podría influir en la forma en que interactuamos y comprendemos a los demás en un mundo hiperconectado.

El papel protagonista de las plataformas tecnológicas

Pero esta degradación cognitiva no es solo nuestra culpa. Ha sido un proceso impulsado por el modelo de negocio de las grandes plataformas digitales, que dependen de nuestra atención para generar ingresos. Es por ello, que la tecnología ha sido diseñada intencionadamente para maximizar el tiempo que pasamos en ella. Tristan Harris, ex diseñador ético de Google, advirtió en 2019 que estas empresas han creado una "carrera hacia el fondo del cerebro reptiliano", utilizando algoritmos que priorizan el miedo, la indignación y la gratificación instantánea para maximizar el tiempo que pasamos en línea.

Este modelo económico, basado en la captura ininterrumpida de nuestra atención, ha generado un cambio profundo en la forma en que interactuamos con la información. Nos enfrentamos a una crisis de la atención que no solo afecta nuestra productividad, sino también nuestra capacidad de entender y participar en el mundo de manera significativa.

Conclusión: un punto de inflexión

Nos encontramos en un momento crucial en la relación entre la tecnología y nuestras capacidades cognitivas. Podemos seguir el camino de la distracción infinita, perdiendo nuestra capacidad de pensar de manera profunda, o podemos tomar medidas para recuperar nuestra atención y nuestra autonomía intelectual.

Si seguimos normalizando la degradación de nuestra capacidad cognitiva, corremos el riesgo de convertirnos en meros consumidores de contenido superficial, sin la capacidad de cuestionar, analizar o comprender el mundo que nos rodea. La tecnología tiene un enorme potencial, pero solo si aprendemos a usarla de manera consciente y responsable. La decisión es nuestra.